miércoles, 30 de mayo de 2012

Algo más grande

Algo maior

Fue con Luigi cuando sentí esto por primera vez. Sentí algo diferente. Sentí que tendría que pasar mucho tiempo hasta volver a ver a alguien así. No se trata simplemente de ver a alguien bien vestido. Hay un mayor sentido de la estética de algunas personas. Porque en el fondo eso es lo que yo fotografío. Lo me parece bello. Sin mierdas ni preceptos.
Alguien el otro día preguntaba, con una indelicadeza delicada (la menor de todas), si no me causaba aflicción centrarme en temas tan superficiales. Le pregunté, no por los motivos que le llevaron a comprar el reloj que tenía en la muñeca o el coche que había aparcado a mi lado, sino porque – en esa reunión de amigos alrededor de la nacido vivo que exhibía – el único comentario que había hecho cuando tomó al niño en sus brazos había sido sobre su belleza. Le pregunté (empleando el mismo precepto retórico el había aplicado conmigo) si, frente a algo tan bello como el nacimiento de un ser, no sería algo superficial compartir su felicidad con la pareja amiga con una apunte estrictamente estético. Y me di cuenta, para hacerle sentir esto, han utilizado la palabra "bello". Y le dije, en un tono semi-condescendente, semi-trocista:
-Perdóname. No tengo remedio.
La belleza puede encontrarse en el momento en que acabamos de lavar nuestro coche, hacemos la cama, recogemos la porquería de la habitación o preparamos la mesa para recibir a nuestros invitados. Podemos encontrarla en  un beso, un abrazo o incluso en un tono de voz melodiosa que parece acariciarnos la piel.
Yo encuentro lo bello siempre que cojo a un recién nacido. No porque encuentre en aquellos pequeños seres de piel arrugada la mejor fórmula para una armonía pictórica sino, simplemente, por lo bello que es posible encontrar en el encuadre de aquella criatura en las manos y la presencia, desenfocada, en un segundo plano de la imagen concebida por mi propia retina, de la sonrisa de sus padres. Siento lo hermoso hasta cuando escucho “Sinais”, la crónica diaria de Fernando Alves, en las mañanas de TSF. Pero podemos sentirlo también, como sucedió conmigo, en el momento que nos cruzamos con alguien y sentimos que hay algo más en esa visión. Y eso fue lo que sentí cuando vi a Susana, a Luigi y a tantos otros. Sentí que había allí algo más grande. Mucho más grande

martes, 29 de mayo de 2012

viernes, 25 de mayo de 2012

miércoles, 23 de mayo de 2012

Dios es un DJ...

Sofia

...como decían los “Faithless”, pero puede serlo también una mujer…. mientras escribo esto.... la escucho...


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viernes, 18 de mayo de 2012

Bohemian like us

Bohemian like us


... y además de pinta... tienen su proyecto personal

miércoles, 16 de mayo de 2012

Erea en plan lechuga

Erea

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más fotos de Erea por aquí

lunes, 14 de mayo de 2012

viernes, 11 de mayo de 2012

jueves, 10 de mayo de 2012

Brooklyn Oriental

O Oriente ali em Bedford Avenue (2*3)



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domingo, 6 de mayo de 2012

(mañana) Mercé es madre

Mercé


Un calor abrasador, de ese que no se aguanta a más de 10 metros del mar. Bajo con Gonçalo, recuerdo a David y a Alfonso que les dejo la máquina envuelta en la toalla y me encuentro con Mercé tumbada con los ojos cerrados, los párpados fijos en el cielo, el cuerpo humedecido por el agua salada que sube y baja, y las manos enterradas en la arena. Susurro “Gonçalo” y le señalo con la vista el cuerpo de Mercé, allí abandonado:
– Joder – murmuramos a coro.
"¿Por qué no la fotografías?" Me pregunta. Intento explicarle que mi “lata” conoce límites, y que sugerir a una mujer semidesnuda que se deje fotografiar para una publicación donde se espera que la ropa sea el tema central, podría hacerme parecer una persona (muy muy) mala. Él me viene con la retórica que sabe que tanto me gusta "pero tu blog no es sólo de ropa" y empiezo a mandarle a paseo, cuando comienzo, yo mismo, a ceder ante su idea   -porque los mejores amigos son precisamente, quienes tienen la presunción y la legitimidad para limarnos el juicio hasta hacernos aquello que ellos entienden es lo mejor para nosotros- y a recordarme a mí mismo que son momentos como estos los que me pican. Que fue por momentos como este, por los que comencé este blog.
Y la verdad es que, si invitar a extraños a hacerles una foto podría sonar extraño, pasar a hacerlo por sistema lo trasforma en casi mundano. Se coge el hábito, se mejora la forma y el hecho, y con más acierto o menos acierto, comienza a ganar aires de rutina. Y como con tantas otras cosas en la vida voy experimentando y probando para que, mi existencia – al menos aquí – no caiga también en un hábito. Y fue lo que hice.
Aquello que, precisamente, me apetece hacer siempre. Salir de la rutina, ponerme nervioso como cuando besé por primera vez a alguien, con quien pensé que podría estar (¿para siempre?), como cuando me presenté ante el Presidente de la Comisión Ejecutiva de mi empresa para  decir algo tan estúpido como "Tengo un blog", como cuando pensé que era la última vez que el anormal de 7ºC me incluía en el lote de los novatos los que repartía leches gratuitamente  y le metí dos leches en los morros delante de toda la clase (y me fui directo a casa con un ojo morado y con la nariz sangrando) o como en tantas otras ocasiones que hice lo que fuera para, en resumidas cuentas, no tener otro propósito mayor que hacerme sentir vivo. Y cuando decido hacer cada una de esas cosas que me hacen sentir que transciendo... parece que siento como huye de mí el cuerpo, como la sensación de esa montaña rusa que nos hace perder el pie, el estómago y todo lo que tenemos con seguridad agarrado al cuerpo.  Y lo más curioso (o tal vez lo más obvio), es pensar en la persona concreta por quién grité en cada uno de esos momentos en que entré en un parque de atracciones para sentir la adrenalina en el cuerpo:
– Mi madre.
Fue a ella a quién busqué siempre que sentí miedo, siempre que sentí que mi frecuencia cardiaca me obstruía la audición. Es a ella a  quien se busca, de niño, en el momento en que se dirige la palabra al amor pueril de la habitación de al lado, cuando, siendo un adolescente, se traga en seco antes de besar a la primera chica, o cuando más tarde, nos estrenamos al desvestir a otra. La mismísima persona en quien pensamos en cualquier otro momento en que trascendemos, ya sea en nuestra vida personal, profesional o en cualquier otra. Como cuando me acerqué a Mercé y le dije "Hola" mientras mentalmente, empezaba la cuenta atrás ya que de un momento a u otro, descendería de la toalla un tío de 2 metros  con muchas ganas de partirme la cara.



No sé si este retrato será moda... si será vuestra moda. Es seguramente la mía. Mi moda no es nada más que mi propia percepción de lo bello, de los estímulos visuales, empíricos, emocionales o incluso, puramente psicológicos y sociales. Y si las dudas me asaltaron, en cómo, este momento era un momento especial, las despejé cuando, en la despedida, Mercé me dijo (y sólo entonces me di cuenta):

– Mañana seré madre.
Y, ahí perdí el miedo. El miedo a publicar esta imagen. La última imagen que me lo debe causar. La imagen de una mujer que es moda. No sé si la vuestra pero, seguramente, mi moda

miércoles, 2 de mayo de 2012

Brasil en Paris

tamanho novo

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